El mes de noviembre, en pleno otoño, está marcado por la solemnidad de Todos los Santos y la conmemoración de todos los fieles difuntos, que nos muestran que no vivimos la fe solos. Dice la Carta a los Hebreos:

En consecuencia: teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.(Hb 12,1-2).

Los hermanos que peregrinaron en este mundo y cuya santidad ha reconocido la Iglesia son ejemplo y estímulo para vivir nosotros coherentemente la vida cristiana, en medio de circunstancias favorables y adversas. Ahora, disfrutan de la visión de Dios e interceden por nosotros desde la gloria celestial.

De esta nube tan ingente de testigos, quiero destacar en esta ocasión a un confesor de la fe contemporáneo que quizás no sea muy conocido, Mons. Mikel Koliqi (1902-1997), sacerdote albanés que vivió treinta y ocho años encarcelado y condenado a trabajos forzados por el régimen comunista de su país. Mons. Koliqi nació en Shkoder -Scutari- (Albania), estudió filosofía y teología en Milán (Italia) y fue ordenado sacerdote el 30 de mayo de 1931. En 1936 fue nombrado vicario general de la diócesis de Shkoder y rector de la Catedral, dedicada a San Esteban, donde organizó la Escuela Cantorum; fue también un gran escritor y escribió poesías y compuso varias óperas y obras de teatro. Instaurado el régimen marxista más duro que jamás haya conocido la historia y que convirtió Albania en el primer país constitucionalmente ateo del mundo, fue encarcelado en 1945 bajo la acusación de oir emisoras de radio extranjeras y de sublevar a la juventud contra el régimen. Fue liberado en 1946, pero poco después fue nuevamente detenido y encarcelado hasta 1951. De nuevo, en 1954, fue encarcelado y condenado a trabajos forzados. Un gesto benevolente del presidente Ramiz Alia, con quien comenzó el proceso de apertura en Albania, puso en libertad en 1986 al P. Koliqi debido a su delicado estado de salud.

El 25 de diciembre de 1990 se celebró la primera Misa del Gallo en la Catedral de San Esteban de Shkoder, convertida en 1967 en un palacio de deportes durante la revolución cultural albanesa, que clausuró todos los templos. En 1994, en reconocimiento a su vida y a su testimonio, el Papa San Juan Pablo II nombró cardenal al P. Mikel Koliqi. Impresionaba ver su figura frágil y solitaria, ya que muy pocas personas pudieron venir de Albania para acompañarle en esta ocasión, pero a todo el mundo le quedaba claro que si «cardenal» significa columna de la Iglesia, este título lo merecía con justicia Mons. Koliqi, que había sido columna de la Iglesia Católica en Albania, a través de su valiente y abnegada confesión de la fe, que le llevó a asumir el peso del sufrimiento en la persecución y en unas condenas injustas por parte de los hombres. Mons. Mikel Koliqi murió en Shkoder el 28 de enero de 1997 y fue sepultado en la Catedral de San Esteban.

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