Cuando Mons. José Ángel Sáiz Meneses fue nombrado arzobispo de Sevilla, el obispo auxiliar, Mons. Salvador Cristau fue nombrado administrador diocesano de Terrassa. En el canon de la Misa, después de orar por el Santo Padre, el Papa Francisco, orábamos por «nuestro administrador diocesano, el obispo Salvador»; a partir de este fin de semana ya podemos referirnos a él como «nuestro obispo Salvador», porque a partir de ahora es el titular de nuestra joven diócesis de Terrassa, su segundo obispo. No era seguro que él llegara a ser el sucesor de Mons. Sáiz Meneses, pero los años de trabajo en nuestra diócesis, desde su creación en 2004, primero como vicario general (2004- 2010), después como obispo auxiliar (2010-2021) y ahora recientemente como administrador diocesano (2021- 2022), con la simultaneidad de ser el rector del Seminario, y su gran experiencia pastoral han hecho ver a la Congregación para los obispos que Mons. Salvador era el candidato idóneo.
Personalmente me gusta mucho que sea así. Hace muchos años que conozco al obispo Salvador, desde 1984, cuando coincidimos en Vilassar de Dalt, donde entonces yo iba a ayudar como seminarista y él hacía poco que había sido ordenado sacerdote, en la fiesta de los santos patronos, San Ginés de Arlés y San Ginés de Roma, ya que él y su familia solían pasar el verano en Cabrils, el pueblo vecino. Siempre he visto en él un hombre de Dios, ponderado, lleno de fe y de amor por el Señor y por la Iglesia, dialogante, de buen trato y con una gran capacidad de trabajo. El hecho de que siempre haya estado en muy buena sintonía con el obispo José Ángel ayudará a la diócesis a seguir en una línea similar, sin cambios estridentes, haciendo que nuestro camino como Iglesia peregrina se desarrolle en la constancia y la fidelidad de cada día.
Muchas felicidades, obispo Salvador; más que decir que le doy la bienvenida, ya que usted, siempre ha estado y no ha venido de ningún otro lugar, lo que sí quiero manifestarle es mi deseo de “buenaestancia”, si se me permite usar este neologismo y le encomiendo en mi oración pidiendo al buen Dios que la presencia y el trabajo de usted en la diócesis sea fecundo como hasta ahora lo ha sido, poniendo así de manifiesto que el Reino de Dios está entre nosotros.