Con frecuencia nos encontramos con personas que dicen creer en Dios, pero “a su manera”. Son personas que dicen que para creer en Dios «no se necesita ir a misa el domingo». Es verdad, para creer en Dios no se necesita ir a misa el domingo; hay gente que cree en Dios, pero tiene otra religión y, por tanto, no celebran las ceremonias cristianas. Se puede creer en Dios sin ser cristiano. Ahora bien, para ser cristiano, sí que es necesario reunirse y celebrar la Eucaristía el domingo; es preciso ir a misa para encontrarnos con Jesucristo y con los demás cristianos, hermanos en la fe; de otro modo, nuestra conciencia cristiana se irá debilitando y nuestra vida espiritual terminará muriendo. En nuestro vocabulario popular, ha quedado acuñado este dicho: «Esto va a misa», para significar que algo es cierto y con fundamento; pues bien, podemos decir con razón que afirmar que no es necesario ir a misa los domingos para ser un buen cristiano “no va a misa”.

El cristianismo es una fe personal y comunitaria a la vez, en la que no cabe el individualismo. La persona humana lo es en sí misma, y por eso ciertamente es individual, pero también es persona en relación con los demás y en relación con Dios, que la ha creado. Por eso, el yo personal se va construyendo en la relación y el diálogo con el prójimo. Al crear al ser humano, Dios nos creó como hombres y mujeres, en duplicidad de sexos, para poner de manifiesto que el hombre es un ser relacional, abierto a los demás, a la realidad y a la trascendencia.

Al realizar la obra de la salvación, Dios eligió a un pueblo: Israel, y lo reunió en torno a sí. Lo rescató de la esclavitud y lo condujo a la tierra prometida. Este acontecimiento es figura e inicio de la redención de toda la humanidad. Para que los israelitas conmemorasen y vivieran el acontecimiento de la salvación como un hecho de plena actualidad, Dios les ordenó que se reunieran llenos de espíritu fraterno: «Di a los hijos de Israel: “Estas son las festividades del Señor, en las que convocaréis asamblea litúrgica: Seis días se trabajará, pero el séptimo día será de total descanso y asamblea litúrgica. No haréis en él trabajo alguno. Es día de descanso dedicado al Señor dondequiera que habitéis. Estas son las festividades del Señor, las asambleas litúrgicas que convocaréis en las fechas señaladas. El día catorce del primer mes, al atardecer, es la Pascua del Señor» (Levítico 23,2-5).

Siguiendo el ejemplo de nuestros padres en la fe, los israelitas, nosotros, los cristianos, que somos el Nuevo Israel, hemos continuado reuniéndonos alrededor de la Palabra y del Cuerpo y la Sangre del Señor. Es el mismo Dios quien nos reúne y convoca por medio del Espíritu Santo, por eso, debemos responder afirmativamente a su invitación.