Dadles vosotros de comer.» Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.» Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos: «Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta. (Lc 9, 14-15).

Nuestra sociedad contemporánea y el mundo entero siguen enfrentando el drama del hambre y de la necesidad extrema. En concreto la infancia está expuesta al gran riesgo de entrar en un círculo de pobreza del que será cada vez más difícil salir. Jesucristo es el Mesías esperado, y como tal cumple las antiguas profecías del Antiguo Testamento que prometían una época de abundancia para todos. Pero, ¿cómo se cumplen hoy estas profecías que sabemos que son ya una realidad desde Cristo? «Dadles vosotros de comer» le dice el Señor a los suyos mirando a la multitud y a toda la humanidad. Pues la salvación del hombre de la plaga del hambre se cumple acudiendo en primer lugar a Cristo, él es el pan de vida que nos sacia, y él es el que hará posible que nos miremos como hermanos y así poder cuidar unos de otros. Y un signo claro de que de verdad acudimos a él es la actitud de adoración, expresada con la genuflexión o arrodillándonos. En esta fiesta de Fe hemos de recordad la necesidad de recuperar esta posición corporal en la consagración y en nuestra oración. El mundo no deja de producir bienes y alimentos, pero el hombre es avaro y tiene el corazón enfermo, y sólo el pan de vida que es Cristo podrá curar esas heridas para hacernos hermanos del Hijo de Dios y entre nosotros. La Madre Teresa de Calcuta tenía muy claro este axioma: hemos de alimentar a todos porqué Cristo nos lo pide desde el Sagrario.

Además «la fiesta del Corpus Christi es singular y constituye una importante cita de fe y de alabanza para toda comunidad cristiana. Es una fiesta que (…) nació con la finalidad precisa de reafirmar abiertamente la fe del pueblo de Dios en Jesucristo vivo y realmente presente en el santísimo sacramento de la Eucaristía. Es una fiesta instituida para adorar, alabar y dar públicamente las gracias al Señor, que «en el Sacramento eucarístico Jesús sigue amándonos «hasta el extremo», hasta el don de su cuerpo y de su sangre» (ib. 1). (…) Así, el Corpus Christi constituye una renovación del misterio del Jueves Santo, para obedecer a la invitación de Jesús de «proclamar desde los terrados» lo que él dijo en lo secreto (cf. Mt 10, 27).» (Benedicto XVI. 7/6/2007).

Así que vemos que el Corpus Christi es una fiesta de Fe en el Santo Sacramento, y es una fiesta de envío, misionera. Somos enviados a los hermanos, a darles de comer y a decirles lo que Cristo nos ha revelado al oído, la tradición que ininterrumpidamente ha llegado hasta nosotros, el memorial de la pasión y la resurrección del Señor. El es el Pan de Vida bajado del cielo, sólo él nos puede salvar. Vivamos con adoración y acción de gracias esta gran fiesta de la Eucaristía manifestada en nuestra oración y en el culto que le queremos tributar a Cristo, ante el cual toda rodilla se dobla.

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