La carta de San Pablo a los efesios parte de este punto: ¿A qué viene Jesús?, ¿cuál es su mensaje? Si prestamos atención a los discursos de Jesús, descubriremos dos cosas: que Jesús no habla nunca de sí mismo y que la razón de la presencia de Jesús entre nosotros es la misma razón de la presencia de Dios en el mundo, anunciar que el Reino de Dios está llegando.
El Reino de Dios es mencionado 122 veces en los Evangelios y, concretamente, 99 en boca de Jesús, Mc 1,14; Mt 4,17.23. En el Antiguo Testamento, el Señor del mundo y de los hombres es YAHWEH, que Israel proclama como guerrero glorioso, santo, terrible, autor de maravillas y prodigios. Su acción liberadora se identifica con las formas monárquicas de los demás pueblos, para hablar así de la realeza de YAHWEH, REY, que se sienta en su trono –Sión– y gobierna el mundo entero, por encima de las nubes (Is 14,14).
La visión de Jesús supera la liberación nacional y trae un nuevo orden en las cosas. La suya es una propuesta de cambio radical en la forma de ser de todo hombre, una nueva realidad, una nueva historia. Jesús pide una revolución interior, que después quede plasmada en toda la vida concreta del hombre, por eso proclama que el Reino de Dios es algo que ya está en marcha entre nosotros, aquí y ahora (Mt 12,28; Lc 11,20). Jesús aspira a una liberación de todo mal, lo cual significa reconquistar la libertad; aspira a un cambio social que elimine las clases, opresores y oprimidos, es decir, aspira a la JUSTICIA (IGUALDAD), solamente así podremos aspirar a la realeza de Dios en los corazones y en el mundo, por eso Jesús anuncia el Reino de Dios como salvación y liberación (de la esclavitud humana). El Dios que Jesucristo nos presenta es un Dios de gracia más que de ley; por eso, el de Jesús no es el Dios “oficial” de los judíos, con el culto, el templo y la ley, sino el Dios que está cerca de los pecadores y de los justos por amor; su ley es DON y GRACIA, y alcanzarlos es la tarea del hombre. Yo soy libre porque mi amo es Dios (San Francisco de Asís).