En el Niño que nos ha nacido, Dios cumple las promesas de esperanza que Israel y la humanidad habían anhelado desde todos los tiempos. Hoy es día de alegría y gozo porque podemos ver lo que tantas generaciones habían esperado. Lo que el hombre siempre soñó y anheló, la plenitud del ser humano, la esperanza frente a la desesperación, la luz y la belleza frente a la oscuridad, la alegría y el gozo frente a la angustia y la tristeza, la libertad frente a la opresión, la justicia frente al abuso, y la paz frente a la agresión y la violencia, se han hecho realidad en este niño que nos ha nacido.
En ese pequeño cuerpo que hoy adoramos hay un inmenso misterio. El misterio de la promesa cumplida, la misma esperanza hecha carne. La salvación ha llegado, la gloria de Dios, la plenitud de lo que existe, la Palabra de Dios, ha venido al hombre. El mismo
Dios se ha hecho hombre por amor al hombre, para darle esperanza.
Una esperanza que comienza hoy, pero que se muestra en la que será toda su vida hasta terminar de perfeccionarse con su muerte y resurrección para cerrar el círculo de la promesa y la vida de Dios y del hombre