Muchas veces nos desesperamos por la cantidad de problemas que tenemos que afrontar diariamente: en el trabajo, en la casa, en cualquier otro lado. Parece que vayamos de un problema a otro; no terminamos de salir de uno cuando ya aparece otro. En esos momentos solemos decir:

¡Qué feliz que sería si no tuviera tantos problemas!

Sin embargo, este es un planteamiento equivocado.

Mientras vivamos la vida nos presentará inevitablemente problemas para resolver, y el hecho de ser feliz no está relacionado con la existencia o no de problemas sino con la manera en que los enfrentas.

Piensa un poco en qué es una situación problemática. Se dice que tenemos un problema cuando algo no se produce de la manera que nos gustaría: no ganamos lo que nos gustaría, los hijos no se portan como nos gustaría, o simplemente el tráfico no avanza tan rápidamente como nos gustaría.

¿Sería posible que todo ocurriera de la manera en que a ti te conviene? Es obvio que no, aunque sólo fuera por la razón de que muchas veces lo que es el beneficio de uno es el perjuicio de otro.

Entonces vemos que los problemas son una parte ineludible de la vida. Pero no debemos verlo como un mal irremediable, sino como una oportunidad para superarnos. Cada problema es una oportunidad para ejercer tu razonamiento, que es la manera crecer. Entonces es cuando hay que darse cuenta de lo siguiente.

¿Acaso se puede dejar de pensar en lo bueno aunque haya problemas?
¿O en las cosas hermosas que existen en esta tierra?
¿O acaso podemos obviar ese canto de aves, que una a una tan diferentes cantan a un Supremo Ser?
¿O acaso podrán mis ojos no ver aquello que está la vista de todos, esa forma de hacer las cosas, de tratar individualmente con cada persona, de enviar un mensaje distinto en cada situación, o de mostrar ese amor que no puedo comprender?
¿Seré acaso un ciego si no miro tu misericordia Señor?
Gracias Dios por no tener una venda en mis ojos. Cae la noche y con ella la penumbra y en medio de las sombras en mi mente se deslumbra un nuevo amanecer.

El pensamiento que es corto ante tu infinito camino se esfuma y comprendo entre todas las cosas que solo Tú eres mi destino.
¿ Acaso era yo especial para que murieras por mi? No tenía valor pero Tú me hiciste valer, soy especial ahora por tu sacrificio en la cruz, solo esa obra de amor me hizo ver la luz.
¿Acaso dejaré de agradecerte todo lo que has hecho y haces por mi? Nunca, jamás en la vida.
¿Acaso algún día podré comprender lo que me amas? Nunca, jamás en la vida.
Lo único que sé es que solo tu amor es lo que me impulsa a caminar entre espinos y abrojos, en ver lo que no se puede ver y confiar en lo que aún no está.

¿Acaso dejaré de amarte mi Dios? No, nunca jamás en la vida, porque me enseñaste que por encima de todo está tu amor hacia mí, y mi amor hacia Ti expresado en el prójimo y todo lo demás es relativo.

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