En la Fiesta de Todos los Santos recordamos a todos esos santos anónimos, quienes, a pesar de no haber sido reconocidos oficialmente como tales por la Iglesia Católica, lo son también. Porque “santo” es todo aquél que, cumpliendo la Voluntad y los planes de Dios para su vida en la tierra, llega a la “meta” de la salvación eterna en el Cielo (ver Fil 3,14). Todos los santos, los reconocidos y los anónimos, han sido “servidores de Dios” (Ap 7,3). La primera de todas, la Santísima Virgen María, quien se declaró “esclava del Señor”(Lc 1,38). Todos nosotros, sin excepción, estamos llamados a hacer lo mismo, a seguir el mismo camino que María y los santos han seguido. Dice el Catecismo: «Todos los fieles de cualquier estado o régimen de vida son llamados a la santidad» (nº 2013). No obstante, la palabra “santidad” asusta un poco, pues nos parece un ideal inalcanzable. Pero, ¿por qué ha de serlo? ¿No somos nosotros hombres y mujeres exactamente iguales a todos los que han llegado a ser santos reconocidos por la Iglesia? ¿No somos iguales a tantos santos anónimos, tal vez personas conocidas y hasta familiares o amigos, que han respondido al llamado del Señor y han llegado a la meta de la salvación? La santidad sí es posible. No podemos decir que sea fácil, pero sí es posible. Sabemos, además, que si Dios nos quiere santos, Él nos dará todas las gracias necesarias. Y si Dios nos da toda la ayuda, ¿qué debemos poner nosotros?
Nuestro esfuerzo para alcanzar la santidad consiste en responder a esas gracias de santificación que nos ayudan en nuestro camino hacia la salvación. Ser santo significa seguir la Voluntad de Dios con la ayuda de sus gracias. Ser santo es ser como Dios quiere que sea. Es desear lo que Dios desea para mí. Es hacer lo que Dios quiere que yo haga. Es reconocer a Dios como nuestro Dueño… y no creernos independientes de Él. Es preferir la voluntad de Dios a la nuestra propia. Es decir “sí” a Dios y decirme “no” a mí mismo. El camino de la santidad nos lo muestra Jesucristo con su propia vida, pasión y muerte. Y Él nos describe ese camino en las Bienaventuranzas (Mt 5,1-12). En ese importantísimo discurso al comienzo de su vida pública, el Señor nos deja ver que el camino de la santidad no es fácil: es un camino de sufrimiento y de negación de uno mismo. El sufrimiento no nos gusta, pero está incluido en el camino de la santidad. Sin embargo, aún para el sufrimiento y muy especialmente para ello, tenemos todas las gracias necesarias, de parte de Quien es Santo y nos ha llamado a todos a ser “santos” (ver 1Pe 1,15).
Algunas personas tienen dificultades para encontrar los nombres de sus santos en el calendario y no saben el día que celebran sus onomásticas. Pues hoy es el día de todos los santos, tanto los que vienen en el calendario litúrgico como los que no y, a todos ellos, feliz onomástica.