SanJose-min

Muy pronto daremos comienzo al mes de mayo, considerado tradicionalmente como el mes de María. El mes mariano por excelencia se abre con la figura de su esposo, padre legal de Cristo y protector de la Sagrada Familia: san José. Contemplamos su figura desde la perspectiva del hombre trabajador, que contribuye a hacer un mundo más justo y humano y que se afana en sostener a su familia y a ayudarla para vivir de acuerdo con los caminos de Dios.

Los Evangelios nos presentan la figura de José de Nazaret como un hombre bueno y justo, discreto y con una gran experiencia espiritual, hecho que se pone de manifiesto en la comunicación que Dios mantiene con él a través de sueños (Mateo 1,20-21 y 2,13). Los escritos bíblicos no recogen palabra alguna pronunciada por él, pero sí unos hechos y actitudes que nos muestran su confianza y su fidelidad a Dios.

San José es un hombre de silencio y meditación que no se deja llevar por los impulsos. Ante un hecho que no comprende, la espera de un hijo por parte de su prometida, María (Mateo 1,18-19), no actúa precipitadamente, sino que guarda silencio, medita, reflexiona y procura tomar la solución más adecuada. Gracias a esta actitud de espera y confianza, Dios encontrará el momento y la circunstancia más idóneos para comunicarle a través de un sueño el nacimiento del Salvador y para darle a conocer que él tiene un papel importante en este acontecimiento (Mateo 1,20-25). Desde entonces, san José quedará constituido como padre legal de Jesús, su protector y el protector de la Madre del Hijo de Dios, que es a la vez su esposa. Por este motivo, la Iglesia ha reconocido en el esposo de María su propio protector y patrón, uno de los modelos más firmes de fidelidad a la voluntad divina en el seguimiento de Jesucristo.

Después de los hechos de la infancia de Jesús, los Evangelios no vuelven a mencionar más a José; sólo en el momento de la visita del Mesías a Nazaret, cuando ya ha iniciado su misión pública, se hace una breve referencia al preguntarse sus vecinos, llenos de extrañeza, acerca de la sabiduría y las palabras de Jesús: «¿No es éste el hijo de José?» (Lucas 4,22). Según la tradición, cuando Jesús empezó su ministerio público, san José ya había muerto. Y aquí vemos cómo él aceptó la vocación silenciosa pero eficaz a la que Dios lo llamaba y cómo asumió humildemente el hecho de ser un instrumento en manos Dios para hacer avanzar la historia de la salvación de la humanidad. La vida y el ejemplo de san José nos muestra que Dios tiene la iniciativa de todo, pero a la vez ha querido contar con nosotros: con lo que somos y con lo que hacemos, con nuestras ilusiones y esperanzas, nuestros trabajos y proyectos, nuestras alegrías y nuestras tristezas. Nos enseña también que en todas las cosas tenemos que ponernos en manos de Dios y buscarlo en el silencio y la oración confiada.

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