En la oración de Jesús hay una estructura que bien podría servirnos de ejemplo:

1.- Empezar con Dios:

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

Al empezar la oración dirigiéndonos a Dios, reconocemos que él es nuestro Padre y creador, que está en los cielos. Santo es su nombre. De él es el reino y toda su realidad. Que se cumpla su santa voluntad en los cielos y en la tierra. Es decir, en la oración, nos dirigimos al Dios Todopoderoso.

2.- Expresión de la necesidad:

El pan nuestro de cada día, dánosle hoy.

Este es el momento de pedir con confianza, manifestando nuestras necesidades: pan, trabajo, vivienda, paz, sanidad, prosperidad, liberación, protección divina, etc. Esta confianza debe ser producto de nuestra fe, sabiendo que el Señor no nos abandona. él nos ha dicho:

Y yo os digo: pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; Llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y el que llama, se le abrirá\» (vv. 9-10).

Mas aun, él actúa como un padre amoroso que nos ama por encima de todas las cosas:

¿Qué padre de entre vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? (vv. 11-13).

3.- El perdón:

Y perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.

Esta es una necesidad espiritual, necesitamos reconciliarnos con Dios y con nuestro prójimo; tenemos hambre y sed de la palabra de Dios y de su misericordia. Tenemos muchas deudas que pagar y otras por cobrar. Si como humanos somos capaces de perdonar las deudas contraídas, cuánto mas Dios de perdonar nuestras faltas contra él y contra nuestro prójimo.

4.- Poder para vencer el mal:

Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.

Debemos siempre pedir protección divina a nuestro Padre Dios. Estamos expuestos a los ataques del maligno. Debemos estar protegidos con la armadura de Dios, para salir vencedores en la batalla (Efesios 6:10-18). Hoy las asechanzas del diablo son terribles y cada vez más sofisticadas. La tentación pulula en nuestro medio ambiente. Muchos son los que caen diariamente y no saben como levantarse. Solo el poder de Dios podrá salvar nuestras vidas indefensas. Tengamos en cuenta esta oración:

¡Oh Dios todopoderoso! ¡La carne es débil, el diablo es fuerte! ¡Ah, Dios, Dios mío! Te pido que estés junto a mi contra la razón y la sabiduría del mundo. Hazlo, pues solamente tu lo puedes hacer…

Aprendamos de Jesús, toda su vida fue una vida de oración y de consagración. Nos enseñó que la oración es la mejor manera de relacionarnos con nuestro Padre Dios, de una manera íntima y personal. Oremos siempre en todo tiempo y lugar; suplicando en todo momento, en el Espíritu, la protección divina.

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