1. Tómate cada día unos minutos de tiempo para estar a asolas y en paz. Relaja tu cuerpo, tu cabeza y tu corazón. Dios es lo más importante a pesar de todo lo que nos pase por la mente o nos ocurra durante el día, ¿Al fin y al cabo no es tu Creador?

2. Habla con Dios con sencillez y naturalidad, cuéntale todo lo que te preocupa. No hace falta que uses fórmulas extrañas. Háblale en tus propias palabras. él las entiende muy bien. Y no hace falta que uses mucha palabrería.

3. Entra en diálogo con Dios cuando estás en tu trabajo diario. Cierra tus ojos un par de segundos donde estés: en el negocio, en el autobús, en tu mesa de trabajo. Porque allí también Dios te acompaña.

4. Convéncete de esta verdad: que Dios está contigo y te quiere ayudar. No es que tú estés siempre acosando a Dios para que te dé su bendición: es al revés, es él el que quiere bendecirte.

5. Ora con la seguridad de que tu oración será escuchada y eficaz, más allá de las tierras y los mares, y protege a tus personas queridas allí donde estén, y haz que también a ellas les alcance el amor de Dios a través de tu oración. Pero no le impongas a Dios ninguna condición.

6. Cuando ores, primero haz silencio, después escucha y sólo en tercer lugar habla tú. Pero se sincero para que puedas comprender lo que Dios te dirá. Antes de que se lo digas, Dios sabe lo que necesitas.

7. Siempre tienes que constatar que cuando te pones a orar, estés dispuesto a aceptar la voluntad de Dios, cualquiera que sea ¿no lo rezas en el Padre Nuestro? Supongo que piensas y sabes lo que significa cuando lo rezas, ¿no?

8. Cuando ores, déjalo todo en manos de Dios. Pide que te dé fuerzas para hacer todo lo que te sea posible, y lo demás, déjaselo a él. Pero no pienses que rezar es pedir a Dios que haga lo que a ti te corresponde.

9. Di una palabra de intercesión por aquellos que no te quieren bien o que te han tratado mal. Eso te dará fuerzas de un modo extraordinario. ¿No nos pidió Jesús que rezásemos por los enemigos?

10. Cada día tendrías que decir una oración por la paz, no sólo por la del mundo sino por tu paz interior, no sea que tu comportamiento o el de los demás, te la hayan robado. Y si pierdes la paz interior, te conviertes en una marioneta a merced del viento que corre.

El consejo más sencillo es éste: habla con Dios como si estuviera sentado contigo en una silla, como si acabara de entrar en la habitación y dijera: ¿Qué quieres que haga por ti? Pero si no te pones ante Dios tal como eres y dispuesto a rectificar, no digas que crees en Dios. No te mientas a ti mismo.

Leave your comment