- A aquellos que desde su manera de ser, te ayudaron a ser más persona.
- A aquél que inesperado y oportuno, supo escucharte, fue comprensivo y te acompañó en los momentos más difíciles.
- A aquellos con quienes compartiste tus ratos de juego, ocio o amistad y te regalaron su naturalidad y sencillez.
- A aquél que te ayudó a desvelar tu riqueza interior, que quizás tú no sabías que tenías.
- A aquél que con su gran bondad te hizo ser sencillo, y con su humildad te ayudó a ser una persona íntegra y sin ninguna doblez.
- A aquél que descubriste un dia y «se quedó» en ti, porque descubriste que lo importante es el corazón.
- A aquél que, corrigiéndote con cariño, te hizo caminar; porque cuando hay amor lo que se persigue es el el bien del otro aunque haya que corregirlo.
- A aquél que con su vida incansable te animó a luchar, a no tirar la toalla, a no decir jamás no puedo más. Quizás fue entonces cuando descubriste que la constancia es imprescindible.
- A aquél que siempre esperó lo mejor de ti, esperó porque creía en ti y te amaba, porque para esperar hay que tener paciencia.
- A aquel que te exigió siempre, haciéndote «grande». Quien exige por amor, aunque no nos guste, siempre lo hace por nuestro propio bien.
- A aquél que necesitó de ti. Aprende a abrir tu corazón también y no cierres la puerta a nadie, porque todos necesitamos de todos.
- A aquél que estando lejos, lo sentiste cerca, porque era señal de que la amistad y el amor también son posibles en la distancia.
- A aquél que con su desacuerdo, descubrió tu verdad. Porque lo que trató de hacer fue ayudarte a crecer.
- A aquél que siempre te animó a ver lo positivo, porque con lo positivo es con lo que te has de quedar.
- A aquél que te quiere como eres, animándote a crecer. Porque amar a alguien no quiere decir convertirlo en una prolongación de tu yo.
- A aquél que con su necesidad de ti, hizo que te sintieras «único». Sí, porque tú eres único e irrepetible ante Dios.
- A aquellos que con su experiencia interior te ayudaron a conocer a Dios y te anunciaron la buena noticia. Solo hicieron lo que tenían que hacer: compartir lo que ellos experimentaban con Cristo para que tú también fueras feliz.
- A Aquél que sabes que te quiere y siempre te espera y nunca te condena aunque te corrija.
¿Y sabes quién es esa persona? Cristo. Pues no lo dudes, síguelo en la vida y serás feliz.