El Beato Josep Guardiet Pujol
El Beato Josep Guardiet Pujol nació en la farmacia Guardiet de Manlleu, obispado de Vic, el 21 de junio de 1879. Fue el tercer hijo de los esposos Juan Guardiet y Dolores Pujol, familia de fuertes convicciones cristianas, muy querida y conocida en la comarca.
De pequeño fue alumno del Colegio de los Hermanos de la Doctrina Cristiana de Manlleu. Posteriormente, cursó el bachillerato como alumno externo en el Seminario de Vic. Al obtener el grado de bachiller, practicó los ejercicios espirituales. Fue a partir de esta experiencia que se sintió llamado al sacerdocio e ingresó en el mismo Seminario de Vic para seguir los estudios eclesiásticos. Posteriormente se doctoró en teología en la Universidad Pontificia de Tarragona.
El 15 de marzo de 1902 fue ordenado sacerdote en Barcelona. Ya antes se había incorporado a la diócesis de Barcelona atendiendo la petición del Obispo Morgades. Entre los años 1902 y 1905 fue vicario sucesivamente de Ullastrell, Olesa de Montserrat y Argentona. En 1905 fue nombrado regente de la Santísima Trinidad de Sabadell. El trabajo agotador, las penurias económicas y una salud delicada debilitaron sus fuerzas y en 1912, para que se recuperara, fue nombrado beneficiario de Santa María del Pi, en Barcelona. En 1914 fue nombrado ecónomo del Santo Espíritu de Terrassa, donde fomentó la catequesis y dirigió las actividades parroquiales y de instituciones vinculadas a la parroquia. También fundó una escuela nocturna para niñas trabajadoras.
El año 1917 fue nombrado párroco de Rubí. Allí dedicó todos sus esfuerzos a reconstruir la dañada comunidad católica y a levantar el nivel de la población, no solamente religioso y moral, sino también cultural y social. Fundó la Escuela parroquial Nuestra Señora de Montserrat, el semanario "Endavant", el Casal popular, el concurso de Pesebres, la Schola Cantorum, el grupo de danza "Esbart Dansaire", el "Museu de Rubí", la escuela nocturna profesional para chicas "Cultura Femenina" y contribuyó a la creación de la "Federació de Joves Cristians de Catalunya".
Cuando regía la parroquia del Espíritu Santo en Terrassa, en una excursión con los jóvenes, pasando por Rubí, exclamó proféticamente: ¡Rubí, Rubí, quien pudiera vivir en tu pueblo y dar por ti su sangre! Los jóvenes le replicaron: - ¿Sabe que es un pueblo muy malo? Él respondió: Nadie es del todo bueno; yo siento este deseo apostólico. En 1917 era nombrado párroco de San Pedro de Rubí, y veinte años después iba a cumplirse este su deseo.
El día 19 de julio de 1936, conocido el levantamiento militar y los disturbios que se estaban produciendo en Barcelona y otras ciudades, con víctimas inocentes entre los sacerdotes, el médico de Rubí, que huía hacia Francia con su familia, le ofreció un lugar en el coche, pero el Dr. Guardiet rechazó el ofrecimiento con gratitud. Quería estar con sus feligreses en los momentos difíciles. Rehuyó todas las propuestas para huir o esconderse.
En este sentido, es elocuente el testimonio de Ramón Ratés, republicano y masón, en su libro "Memòries", cuando dice que la única vez que había estado en la rectoría fue para salvar al párroco y ofrecerle refugio en su casa, donde nadie se atrevería a hacer un registro. El Dr. Guardiet no quiso. Le respondió como hacía con todos: "No he hecho ningún mal a nadie y no tengo miedo". Los dos hombres, antagonistas de años, se abrazaron entre lágrimas y se despidieron.
El día 20 los milicianos le pidieron la llave de la Iglesia para quemarla; él se la dio y le permitieron retirar el Santísimo Sacramento. El día 21 fue detenido, pero sin ser esposado ni maltratado, por un miliciano de 16 años, que había sido monaguillo, y en sus memorias escribe que la orden que recibió del Comité Local de Milicias era de detener al párroco y llevarlo a la prisión del pueblo, para su seguridad. En la cárcel había otros veinte vecinos.
La noche del 2 al 3 de agosto se recibió la orden del Comité Central de Milicias de Barcelona de entregar a los prisioneros. El Comité Local decidió entregar a los tres primeros de la lista y dejar escapar a los demás. Los elegidos para el sacrificio fueron el Dr. Guardiet y los Señores Grau y Moliné, y les dijeron que se los llevaban a declarar. Cuando el vehículo que los trasladaba llegó al lugar llamado "Pi Bessó", en la carretera de la Rabassada, pasados tres kilómetros de Sant Cugat en dirección a Barcelona, los hicieron bajar. El Dr. Guardiet intercedió por sus compañeros ofreciéndose como única víctima, pero los mataron a los tres. Dicen que murió perdonando a sus verdugos.
Al día siguiente, trasladaron su cadáver al Hospital Clínico, para ser identificado por su sobrina. Desde que se conoció su muerte, aquel que había sido amado en vida fue tenido por un santo mártir. El cardenal Gomá, cuando lo supo, dijo: "Ciertamente era la única manera que podía, debía y merecía morir el gran rector Josep Guardiet".
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